¡Primicia! Las formas de comunicar han cambiado. Los que antes se consideraban modernos por tener una PDA con la que chateaban y enviaban correos electrónicos ahora son los carcas tecnológicos, unos digitales anticuados que no son capaces de seguir las nuevas corrientes.
A riesgo de sonar reiterativa, repetiré lo que ya se ha convertido en un mantra para nosotros: la imagen es importante, comunica. No solo hablamos de imágenes estáticas, piensa a lo grande y visualiza una plataforma creada por y para almacenar cientos de horas de vídeos y accesible para todo el mundo, sin barreras (excepto las que restringen vídeos pornográficos, vídeos que ensalzan acciones de odio o que las alientan, vídeos que incitan al consumo de drogas, en definitiva material audiovisual de baja o ninguna calidad).
YouTube es la nueva corriente, esa idea millonaria que a todos nos hubiera gustado tener para abandonarnos a una vida de lujo y derroche. En sus orígenes, surgieron una gran cantidad de canales de jóvenes de entre 18 y 25 años que subían contenido semanal, incluso diario, y al cual se unían más y más personas. Los neófitos se convirtieron en verdaderos vampiros y, a su vez, crearon grandes comunidades de internautas adictos y con sed de vídeos que aumentaba de forma exponencial: cuántas más horas pasaban frente a la pantalla, más tiempo querían dejarse los ojos (gran negocio para los oculistas).
Pero ellos nos eran los únicos que sacaban beneficios poniendo gafas a diestro y siniestro, los visionarios (esos entre los que no estamos ni tú ni yo) supieron aprovechar esta nueva oportunidad de negocio y crearon empresas cuya idea principal era la de monetizar las visitas que tenían los vídeos. Los consagrados YouTubers accedieron gratamente y se pusieron manos a la obra. Lo que antes era una afición se convirtió en su forma de vida, su trabajo.
Y no es de extrañar ya que, según un informe desarrollado por el propio YouTube y reseñado por Mashable, más de un 90% de los usuarios utilizan su dispositivo móvil (Smartphone, tableta, etc.) al mismo tiempo que ven la televisión, y un 50% acude en primera instancia a su teléfono antes que a la ‘caja tonta’. Teniendo en cuenta estos datos, no nos sorprende que el 63% de los internautas que realizan sus compras por internet tomen sus decisiones tras consultar el contenido de algún vídeo (tanto jóvenes como personas de mediana edad).
Los YouTubers tienen influencia, son los influencers 2.0 del siglo XXI, eso les ha reportado tal reconocimiento que las empresas confían en ellos para que publiciten sus productos y marcas. Son generadores de opinión y llegan a públicos muy específicos, personas que antes estaban fuera de rango son ahora consumidores activos. Los beneficios de estas actividades lucran a YouTubers y empresas por igual. Al final, sus ingresos no solo proceden de las visitas de los vídeos, han diversificado sus canales y ello atrae a las generaciones actuales que, reacios a aceptar un trabajo simplemente por estar remunerado, buscan alcanzar la fama rápidamente y a costa de lanzar sus mensajes/opiniones.
Por ello Internet, fuente de conocimiento y entretenimiento sin fin, es, además y por si fuera poco, el creador de nuevos puestos de trabajo. ¿Quién se podría imaginar hace cinco años que existiría una profesión dedicada a llevar las redes sociales de una empresa, a cuidar su reputación en la red y a establecer una relación más cercana con sus clientes? El Social Media Manager es producto de internet, al igual que el YouTuber: ambos han sido engendrados y han crecido en la misma matriz. Por eso es importante que se hable de Internet y de YouTube no solo como herramientas para ganar dinero, sino para ofrecer soluciones innovadoras a las nuevas necesidades de la sociedad.